Por: Nicolás A. Jerkovic. Gobierno, Riesgo, y Reporte en Ekosos
Artículo publicado en Revista Puerto
Reducir la desigualdad de género no es solo una cuestión de derechos humanos, sino también una preocupación para el desarrollo social y económico. Diferentes estudios y publicaciones de organismos internacionales reconocen que las mujeres, cuando hay disponibles recursos adicionales, comparativamente invierten más en alimentos, atención de la salud y educación para sus hijos e hijas que sus pares masculinos, lo que ayuda a reducir la transmisión intergeneracional de la pobreza.
El Foro Económico Mundial estima que América Latina podría lograr la paridad de género recién en setenta años. A nivel mundial esto podría lograrse en más de cien años. Este dato reconoce una verdad incuestionable: la desigualdad que sufre la mujer frente al hombre a la hora de hablar de desarrollo económico y humano. En el contexto del Objetivo de Desarrollo Sostenible 5 de Naciones Unidas (“Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas”), regulaciones como el reciente Decreto del Poder Ejecutivo Nacional de Argentina 144/2022, que reglamenta la obligatoriedad de ofrecimiento de espacios de cuidado para niños y niñas en empresas de más de cien personas, son parte de una respuesta a políticas que tienen por objetivo promover el protagonismo de la mujer en la actividad económica y favorecer la igualdad entre varones y mujeres madres, de modo de disminuir las asimetrías laborales en materia de género.
En el mismo sentido que la reglamentación antes citada, el sector marítimo también dio un gran paso. En noviembre de 2021 la Organización Marítima Internacional (OMI) proclamó el 18 de mayo de cada año como “Día Internacional de la Mujer” en el sector marítimo. Un reconocimiento para las mujeres del sector, quienes están presentes en toda la cadena de valor del negocio de productos del mar, aunque con diversidad de situaciones. Por ejemplo, de acuerdo al Banco Mundial, en el sector pesquero la participación de la mujer a nivel mundial es de aproximadamente 50 por ciento del total de la fuerza laboral. Pero si ampliamos la mirada a todo el sector marítimo, de acuerdo a la OMI las mujeres representan el 2 por ciento de la fuerza laboral. Y en ambos sectores, si se quiere identificar mujeres que ocupan puestos de jerarquía y de toma de decisiones, la tarea no resulta sencilla. Estudios de diversas instituciones, y para diversas regiones, muestran que existe muy bajo nivel de participación de la mujer en directorios, cargos directivos de empresas, y en exposiciones de conferencias internacionales, tanto en el sector pesquero como en el marítimo. Estos ejemplos son sólo algunos de los muy variados que existen.
“Techo de cristal” es una expresión que se suele utilizar cuando se observan estadísticas como las antes descriptas. La expresión hace referencia al tope para la realización de la mujer en la vida pública, generado por los estereotipos y las construcciones culturales de las sociedades a través del tiempo. Este tope detiene la ascensión piramidal de las mujeres hacia puestos de alta jerarquía e impide su realización personal en la esfera del reconocimiento público. La introducción de este concepto ayudó a entender que la ausencia de mujeres en puestos de alta dirección no se debía a sus supuestas carencias o falta de habilidades sino a razones de tipo cultural y no personales.
En el ámbito profesional y empresarial, el estudio “Principios para el Empoderamiento de las Mujeres”, realizado por ONU Mujeres, concluye que la incorporación de mujeres en todos los niveles son un buen negocio para las empresas, no sólo porque ellas representan el 64 por ciento de las decisiones de compra, sino porque su creatividad, visión y gestión han comprobado ser benéficas y generar resultados para las compañías. Para lograr esto, las buenas prácticas corporativas suelen asociarse a políticas y medidas que fomenten la igualdad de género, como por ejemplo: establecer metas de diversidad de género para aumentar la representación de las mujeres en los niveles directivos, desarrollo de talento femenino en todos los puestos de decisión, compromiso con la prevención y eliminación de todas las formas de discriminación y violencia cuando establecen igual remuneración por trabajo de igual valor, desarrollo de medidas contra el hostigamiento o acoso sexual en el ámbito laboral, facilitar el balance entre la vida familiar y laboral de su personal, e involucrando activamente a los hombres.
Definitivamente, las mujeres son agentes económicos fundamentales en la creación de prosperidad, empleo, innovación, y un potente motor de crecimiento en sus comunidades. El reconocimiento del valor económico invisibilizado de las tareas de cuidado de la familia (por parte del hombre y la mujer), sumado al desarrollo de políticas y medidas que incrementen las oportunidades de crecimiento de la mujer en la pirámide de toma de decisiones, es fundamental para promover un desarrollo sostenible.