Por: Nicolás A. Jerkovic. Director de Ekosos
Hablar de materialidad en la gestión sostenible, es hablar sobre los aspectos más importantes del negocio vinculados a los temas económicos, sociales, y ambientales. Su definición y entendimiento resulta fundamental para definir una estrategia de sostenibilidad, y luego rendir cuentas a través de un Reporte de Sostenibilidad. ¿Cómo definirlos? En nuestro artículo «Gestión sostenible. Cómo definir los aspectos relevantes a gestionar», hablamos más en detalle sobre esto.
Ahora bien, mucho se está hablando del concepto «Doble materialidad». Pero ¿qué significa? Entender esto, y que la organización la defina, es un paso fundamental para comprender y definir la perspectiva y postura que adopta una empresa a la hora de decidir gestionar sus impactos ambientales, sociales, y su responsabilidad social. Para comprender la doble materialidad, primero hay que entender lo que significa la materialidad financiera, la materialidad de impacto, y luego pasar a definir la doble materialidad.
Cuando una empresa decide gestionar sus impactos ambientales y/o sociales (de acá en adelante diremos ASG o ESG por sus siglas en inglés), puede hacerlo desde una mirada pura y exclusiva de negocio (materialidad financiera), o desde una mirada y actitud de responsabilidad social (materialidad de impacto). Si una empresa adopta una mirada exclusiva de «negocio», significa que le interesa entender cómo los aspectos ASG impactan en el modelo de negocio de la compañía y en su traccionadores de creación de valor como, por ejemplo: crecimiento de las ventas, rentabilidad, flujo de fondos, y riesgo. Desde la mirada opuesta, que esta misma empresa decida gestionar los temas ASG para mitigar su impacto en el entorno, sin importar si esto afecta a sus principales indicadores de éxito económico, significa que adopta una mirada y actitud basada en responsabilidad social. Habiendo dicho esto, la «doble materialidad» implica adoptar ambas miradas a la hora de tomar decisiones. En la siguiente figura se muestran ambas perspectivas.
A nivel internacional, las definiciones anteriores están siendo fundamentales para los reguladores a la hora establecer las exigencias hacia las empresas con relación a los temas ASG. Por ejemplo, en la Unión Europea, por medio de la Directiva del parlamento europeo 2021/0104, ya es jurídicamente vinculante el hecho de que las empresas están obligadas a gestionar y rendir cuentas sobre su gestión ASG desde una perspectiva de doble materialidad. Por su lado, los mercados de valores de Chile (1) y Colombia (2) están comenzando a exigir a las empresas que cotizan en bolsa la responsabilidad de gestionar y rendir cuentas desde una mirada exclusiva de negocio (materialidad financiera), es decir, deben explicar como los temas ASG pueden afectar a las ventas, rentabilidad, flujo de fondos y riesgos.
En resumen, el dilema de las empresas está pasando por decidir si la gestión ambiental y social, y la responsabilidad social, la hacen por su interés en querer proteger la rentabilidad del negocio (materialidad financiera), o si lo hacen por una actitud de buen ciudadano corporativo, responsabilizándose por sus propias acciones y su rol en la sociedad (materialidad de impacto). Adoptar ambas miradas también es una opción. La mirada de negocio suele ser una perspectiva más racional, y de mercado, y muchas veces impulsada por regulaciones que obligan a las empresas a comportarse de cierta forma. Mientras que la mirada del buen ciudadano corporativo, en general, suele ser de carácter voluntario, en donde la empresa lo hace porque tiene un convencimiento propio de que esta debe ser su forma de actuar, implementando prácticas que superan a las exigencias legales.
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